Geología
¿Quién mira los retratos?
¿Acaso existen esos retratos
sin alguien que los mire?
En los estantes de la biblioteca,
en cada hueco de pared,
sobre mesitas cubiertas de libros,
asoman los pequeños que fueron,
desnudos y azorados
y en sus miradas
rescatamos a esos hombres y mujeres
de ahora,
que a veces pasan
con sus calvicies o su intolerancia.
Entonces vivían la infancia:
el niño lloraba
cuando subía al primer tren,
las niñas del monopatín
tenían grandes moños de cinta
en su pelo
y unos trajes de marinero,
orgullo de su madre.
En los nietos se rastreaba el parecido con aquella tía
que quedó en Europa
o se suicidó frente al espejo.
O con el abuelo anarquista
de enigmática sonrisa.
En los cuartos vacíos de la casa
las fotografías sobreviven.
Nadie las mira ya.
No hay ocasiones
de entrar en los recintos sagrados,
dormitorios sin sexo,
comedores desiertos.
Quién va a preguntarse:
¿fui yo así en otros años?
Ya no hay miradas.
No hay más que ojos inmóviles
y sonrisas detrás de los vidrios
y, sin duda, unos trajes prolijos
que pasaron de moda.
Camino hecho, 1991. Emma Barrandeguy