domingo, 11 de agosto de 2013


“Las lágrimas –recordaba Amiel – expresan indistintamente la alegría o la tristeza. Son el símbolo de la impotencia del alma para contener su emoción y quedar dueña de sí misma (…) Se puede adivinar el porqué de una lágrima y encontrar que es muy delicado decir ese porqué.(…) Lo que no podemos, no sabemos ni queremos decir; lo que rehusamos confesar a nosotros mismos; los deseos confusos, las penas secretas, los pesares ahogados, las resistencias sordas, los recuerdos imborrables, las emociones combatidas; las tribulaciones ocultas, los temores supersticiosos, los sufrimientos vagos, los presentimientos inquietos, las quimeras contrariadas; los martirios afligidos a nuestro ideal, las languideces no calmadas, las esperanzas vanas…”

JUANA DE IBARBOUROU

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