Vivir a esperar nada,
a interrogar a besos,
a noches bañadas en la sangre de las colinas y los
errores,
con esas mujeres opulentas y crueles, inasibles en
sus reinos ardientes,
donde funden en su mirada el oro de las lágrimas y
el relámpago de los astros.
¡Oh, tanto verano,en acecho bajo el trapo negro de
los años!
Los exorcismos de la lejanía extraen del alma un
gran pájaro en llamas,
el furor de esos días que despliegan sus velas y nos
lanzan desnudos a las avalanchas del corazón,
a los ídolos, al orgullo, al ocio,
al esplendor de tales desastres entre la algarabía de
seres y encuentros
en los que cae como un incendio la simiente de las
antípodas.
Enrique Molina