No hay soledad allí donde un hombre
excava o silba o lava sus manos.
No hay soledad allí donde un árbol
agita sus hojas. Allí donde un insecto
sin nombre encuentra una flor y se posa,
donde un riachuelo refleja una estrella,
allí donde sosteniendo el seno de su madre
con sus pequeños labios abiertos y felices
duerme un niño, no hay soledad.
Nikiforos Vretakos
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