sábado, 5 de mayo de 2018

XXI

En Costa Rica
había un viejísimo 
y mísero flautista
que por su levedad 
se deshacía en los umbrales.
Jamás hablaba
ni le hacía un gesto al mundo,
a nadie.
Un día le dije: ¡Adiós maestro!,
y me miró,
y se sonrió en la calle.
Esa noche 
soñé con magníficos 
misteriosos instrumentos musicales.

Diana Bellessi


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