DEL AMOR
El
amor está compuesto de contrarios pero que no pueden separarse y que
viven sin cesar en lucha y reunión con ellos mismos y con los otros.
Estos contrarios, como si fueran los planetas del extraño sistema solar
de las pasiones, giran en torno a un sol único. Este sol también es
doble: la pareja. Continua transmutación de cada elemento: la libertad
escoge la servidumbre, la fatalidad se transforma en elección
voluntaria, el alma es cuerpo y el cuerpo es alma. Amamos a un ser
mortal como si fuese inmortal. Lope lo dijo mejor: "a lo que es temporal
llamar eterno". Sí, somos mortales, somos hijos del tiempo y nadie se
salva de la muerte. No sólo sabemos que vamos a morir sino que la
persona que amamos también morirá. Somos los juguetes del tiempo y de
sus accidentes: la enfermedad y la vejez, que desfiguran al cuerpo y
extravían al alma. Pero el amor es una de las respuestas que el hombre
ha inventado para mirar de frente a la muerte. Por el amor le robamos al
tiempo que nos mata unas cuantas horas que transformamos a veces en
paraíso y otras en infierno. De ambas maneras el tiempo se distiende y
deja de ser una medida. Más allá de la felicidad o la infelicidad,
aunque sea las dos cosas, el amor es intensidad: no nos regala la
eternidad sino la vivacidad, ese minuto en el que se entreabren las
puertas del tiempo y del espacio: aquí es allá y ahora es siempre. En el
amor todo es dos y tiende a ser uno.
El
amor no vence a la muerte: es una apuesta contra el tiempo y sus
accidentes. Por el amor vislumbramos, en esta vida, a la otra vida. No a
la vida eterna sino a la vivacidad pura.
(Fragmentos extraídos de LA LLAMA DOBLE, de OCTAVIO PAZ. Seix Barral)
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