Nadie posee nada. Para poseer
algo es preciso desnudarlo, apoderarse de su centro y tener
un espacio donde protegerlo. Nadie puede, para poseer una
rosa, desvestirla de sus pétalos y retener su fragancia.
Las manos del hombre son siempre manos vacías. Tal
vez nuestro ejercicio fundamental consista en aprender a
amar y escribir con las manos vacías.
Roberto Juarroz
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