LA LUZ INFINITA
¡Mirá Elda! exclamó mi padre abriendo
el hueco de sus manos donde yacía
un milagro de plumas verdiazules
quieto y reverberando bajo el sol
del verano, mi madre lo tomó
como a un pequeño hijo delicado
y mojando sus dedos dejó caer
unas gomitas de agua sobre el pico
mientras le acariciaba dulcemente
la cabeza y le decía despertate
al colibrí parado ahí en sus dos
patas alzando el vuelo ante los ojos
de María y José, que iluminados,
no pensaron en la resurrección
y me contaron una y otra vez
que el agua lo salvó de su desmayo
Diana Bellessi
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