domingo, 28 de junio de 2015


Fragmentos de La máscara de la anarquía

¿Qué es la Libertad? …podéis decir
igualmente, qué es la esclavitud…
Porque su verdadero nombre ha crecido
hasta un eco de vosotros mismos.

Es trabajar para un sueldo que
sólo os permita tirar adelante en vuestros hogares
en el día a día, como en una celda,
dejando que los tiranos disfruten todos los placeres de la vida.

Así para ellos aceptáis la sumisión
telar y arado y espada y pala,
queráis o no, os curváis
para su defensa y alimento.

Es ver a vuestros débiles hijos
con sus madres languideciendo y sufriendo,
cuando los vientos invernales son melancólicos…
vuestros hijos están muriendo mientras hablo.

Es codiciar por una comida
que el hombre rico en su jolgorio
arroja a los rollizos perros que
se atiborran bajo su mirada;

es dejar que el Fantasma del Oro
tome del Trabajo mil veces
más de lo que podría su riqueza
en las tiranías del pasado.

Los billetes… esta falsificación
de títulos de propiedad, a los que
atribuís algo de valor
de la herencia de la Tierra.

Es sentirse esclavos por dentro
y no tener un control firme
de la propia voluntad,
ser como a uno le hacen los demás.

Y al final, cuando os quejáis
con un leve murmullo y en vano
es ver a los súbditos del tirano
aplastar a caballo a vuestra esposa y a vosotros mismos…
La sangre nutre la hierba como el rocío.

Entonces es sentir la venganza
que ansía ferozmente intercambiar
sangre por sangre e injuria por injuria…
No hagáis esto si sois fuertes.

Esto es la Esclavitud. Hombres salvajes
o bestias feroces en una madriguera
no habrían sufrido tanto como vosotros.
Pero jamás conocieron semejantes adversidades.

¿Qué eres, Libertad? ¡Oh! ¡Pudieran los esclavos
responder a esta pregunta desde sus tumbas!
Los tiranos huirían
como sombras borrosas.

Hágase una gran Asamblea
de los intrépidos y los libres
en alguna parte del territorio inglés
donde las llanuras se extiendan con amplitud.

El cielo azul en lo alto,
la verde tierra sobre la que camináis
todo lo que es eterno
será testigo de la solemnidad.

Vosotros, que sufrís penas indecibles
porque sentís o veis
vuestro miserable país comprado o vendido
y pagado con sangre y oro…

Hágase una enorme asamblea
donde, con gran solemnidad,
se declare con palabras ponderadas
que sois, tal y como Dios os hizo, libres.

Y estas palabras se convertirán entonces
en el destino estruendoso de la Opresión
que late en cada corazón y cerebro
más… más… y más…

Humanos, levantaos como los leones
después de un sueño profundo
en un número invencible,
dejad caer al suelo vuestras cadenas,
que durante el sueño se hayan posado
sobre vosotros, como el rocío.

Vosotros sois muchos, ellos son pocos.

Percy Bysshe Shelley

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