martes, 25 de noviembre de 2014


Erraba solitario como una nube

Erraba solitario como una nube
que flota en lo alto sobre valles y colinas,
cuando de pronto vi una muchedumbre,
una hueste, de dorados narcisos;
junto al lago, bajo los árboles,
bailando en la brisa, estremecidos.

Contiguos como las estrellas que brillan
y titilan en la Vía Láctea,
se extendían en fila infinita
a lo largo de aquella bahía:
Diez mil contemplé de una mirada,
sacudiendo sus cabezas en animada danza.

A su lado bailaban, espumosas, las olas,
pero los narcisos superaban su alegría:
No podría un poeta no estar alegre
ante su jovial compañía:
Yo miré, y miré, pero poco pensé
en cuánta riqueza el espectáculo traía:

Pues a menudo, reposando en mi sofá,
ya meditabundo o de un humor vacío
ellos destellan sobre ese ojo interior
que es la dicha de la soledad;
entonces mi corazón se extasía
y con los narcisos se pone a bailar.

William Wordsworth
 
 
 

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