miércoles, 5 de noviembre de 2014



PARA QUE LOS HOMBRES...

Para que los hombres no tengan vergüenza de la
de la belleza de las flores,
para que las cosas sean ellas mismas: formas
sensibles o profundas
de la unidad o espejos de nuestro esfuerzo
por penetrar el mundo,
con el semblante emocionado o pasajero de nuestros
sueños,
o la armonía de nuestra paz en la soledad de nuestro
pensamiento,
para que podamos mirar y tocar sin pudor
las flores, sí, todas las flores,
y seamos iguales a nosotros mismos en la
hermandad delicada,
para que las cosas no sean mercancías,
y se abra como una flor toda la nobleza del hombre:
iremos todos hasta nuestro extremo límite,
nos perderemos en la hora del don con la sonrisa
anónima y segura de una simiente en la noche de la
tierra

Juan L. Ortiz / El álamo y el viento

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