domingo, 29 de junio de 2014


LA JAULA...  

Afuera hay sol. 
No es más que un sol 
pero los hombres lo miran 
y después cantan.
Yo no sé del sol. 
Yo sé la melodía del ángel 
y el sermón caliente 
del último viento. 
Sé gritar hasta el alba 
cuando la muerte se posa desnuda 
en mi sombra.
Yo lloro debajo de mi nombre. 
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad 
bailan conmigo. 
Yo oculto clavos 
para escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera hay sol. 
Yo me visto de cenizas.

ALEJANDRA PIZARNIK

jueves, 26 de junio de 2014


El adiós...

Cuando derrame el verano toda su miel sobre el río, 
cuando el sol rejuvenezca con la risa de los niños, 
y el amor juegue sus juegos como el viento entre los pinos, 
y el campo encienda sus verdes, y el mar suelte sus navíos, 
cuando la última flor del cerezo haya caído, 
amiga yo estaré lejos, muy lejos por el camino.
Aunque llores lo que llores sobre este corazón mío, 
aunque convierta mis manos en cuna de tus suspiros, 
aunque se queden tus ojos, tras de mi huella prendidos, 
y yo camine en lo llano como bajando al abismo, 
cuando la última flor del cerezo haya caído 
amiga yo estaré lejos, muy lejos por el camino.
Sé que te recordaré más allá de lo infinito 
nuestro andar bajo la lluvia platicando como niños 
o adorando tu pureza, con sueños y cantos míos, 
pero por más que callemos, y aunque sintamos lo mismo, 
cuando la última flor del cerezo haya caído 
amiga yo estaré lejos, muy lejos por el camino.

Atahualpa Yupanqui

Paz...

Vamos hacia los árboles... el sueño
Se hará en nosotros por virtud celeste.
Vamos hacia los árboles; la noche
Nos será blanda, la tristeza leve.
Vamos hacia los árboles, el alma
Adormecida de perfume agreste.
Pero calla, no hables, sé piadoso;
No despiertes los pájaros que duermen

 Alfonsina Storni

Ansel Adams





Amorosa Anticipación...

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
Ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito de niña,
Ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
Serán favor tan misterioso
Como mirar tu sueño implicado
En la vigilia de mis brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
Quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,
Me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.
Arrojado a quietud,
Divisaré esa playa última de tu ser
Y te veré, por vez primera, quizá,
Como Dios ha de verte,
Desbaratada la ficción del tiempo,
Sin el amor, sin mí.

Jorge Luis Borges

miércoles, 25 de junio de 2014



Estados de ánimo

                              A veces me siento como un águila en el aire ...
                       (A propósito de una canción de de Pablo Milanés) 

Unas veces me siento
como pobre colina, 
y otras como montaña 
de cumbres repetidas, 
unas veces me siento 
como un acantilado, 
y en otras como un cielo 
azul pero lejano, 
a veces uno es 
manantial entre rocas, 
y otras veces un árbol
con las últimas hojas, 
pero hoy me siento apenas 
como laguna insomne, 
con un embarcadero 
ya sin embarcaciones, 
una laguna verde 
inmóvil y paciente 
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces, 
sereno en mi confianza 
confiando en que una tarde, 
te acerques y te mires.. 
te mires al mirarme.

Mario Benedetti


René Magritte


Exilio...

...¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?...

Alejandra Pizarnik

martes, 24 de junio de 2014


Rosa y dorada...

Rosa y dorada
la ribera.
La ribera rosa y dorada

Febrero,
y ya estás,
belleza última, en el cielo y el agua.

Etérea,
pero ya estás,
vapor flotante de un sueño
que parece de flor y es de un lúcido pensamiento
que se busca
y se suspende
mientras el cielo es un ardor sensible.

Por los caminos pálidos, entre la hierba oscura,
el alma es un olvido hacia una orilla eterna

Juan L. Ortíz 

Todos aquí 

Todos aquí
Todos aquí para mirar arder y consumirse ese fuego.
¿Fuego sólo?

No es un corazón apasionado que se ilumina en los cielos?

La pasión de la luz antigua abriéndose en flores encendidas
para mirarse en el espejo humano.

El corazón dice: criaturas terrestres, la vida es gloriosa,
alzaos hasta el fuego armonioso como hasta la sangre
del éxtasis para que todos seáis como simientes ardiendo
para las cosechas sucesivas de la luz común que encenderá hasta la sombra
y la estrellará como un jardín.

Juan L. Ortíz


domingo, 22 de junio de 2014


Tristezas de la luna

Esta noche la luna sueña con más pereza,
Cual si fuera una bella hundida entre cojines
Que acaricia con mano discreta y ligerísima,
Antes de adormecerse, el contorno del seno.

Sobre el dorso de seda de deslizantes nubes,
Moribunda, se entrega a prolongados éxtasis,
Y pasea su mirada sobre visiones blancas,
Que ascienden al azul igual que floraciones.

Cuando sobre este globo, con languidez ociosa,
Ella deja rodar una furtiva lágrima,
Un piadoso poeta, enemigo del sueño,

De su mano en el hueco, coge la fría gota
como un fragmento de ópalo de irisados reflejos.
Y la guarda en su pecho, lejos del sol voraz.


Charles Baudelaire


Ladder to the Moon, 1958 by Georgia O'Keeffe




viernes, 20 de junio de 2014


Epitafio

Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.

Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.

¡Digo que el hombre debe serlo!

Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.

Juan Gelman


Flower myth - Paul Klee





El juego en que andamos

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos, 
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría 
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría 
este amor con que odio, 
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores, 
que me juego la muerte.

Juan Gelman

jueves, 19 de junio de 2014


FUI AL RÍO

Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.
Regresaba
-¿Era yo el que regresaba?-
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

Juan L. Ortiz


Tiempo

                                              A Olga Orozco

Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.

Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado.

Alejandra Pizarnik

martes, 17 de junio de 2014

La luz, el río, las estaciones 

..."No se puede decir que el río cambie de una manera en invierno y de otra manera en verano. Cambia. Eso es todo. Las islas, por el contrario, parecen distintas con cada estación que llega. No sólo por la intensidad del verde, en el verano, sino por algo mucho más sutil. En el invierno, desde el río abierto, se pierden en una lejanía brumosa. De pronto están, de pronto no están. Uno duda del río y piensa que es imposible llegar alguna vez, a pesar de toda esa tenue ansiedad que lo aísla y lo mece y lo acongoja en parte. Más bien son un borde ilusorio, una sombra que oscila con el horizonte, hacia el oeste. Si por fin logra acercarse, entonces parecen todavía más remotas, habitadas por el silencio y la soledad y por una tristeza irreparable.

En el invierno la luz se refugia en lo alto. Amanece y oscurece en lo más encumbrado del cielo, muy lejos de la superficie. En verano sucede lo contrario. La luz comienza a brotar desde las mismas islas, y, empujando por allí, desborda hacia el resto del día. En la mitad de la mañana, las islas parecen alegres barcazas mecidas por el agua. Si uno navega hacia las islas, navega hacia la claridad. Y hacia ese extraño bullicio que ha ido cobrando intensidad a medida que madura el estío.

Todo esto sucede en forma imperceptible. Esto de la madurez. Uno mismo es invierno, uno mismo es verano. Pero, de cualquier forma, está bastante claro que todo proviene del norte. La ansiedad y el bullicio y la propia luz. Toda esa exaltación y ese frenesí del verano.

Entre la media mañana y la media tarde, las islas brillan con una luz intensa y pareja, adormecidas al sol. Parecen un poco chatas. Un trazo de luz, un trazo de sombra. Nada de medios tonos. El aire sofoca. La arena en las playas cruje levemente. Hay un silencio espeso e hirviente. La atmósfera es arriba diáfana, pero a ras de suelo vibra y ondula de manera extraña. Luego el silencio se transforma en un zumbido interminable. Pero esto es una parte del verano. En el amanecer y en el anochecer, el día da lo mejor de sí. Y después queda la noche. La brisa del amanecer es fresca y el pescador se estremece levemente. Llega desde el río y sobresalta a las islas. Entonces comienza ese bullicio y ese cosquilleo en la sangre y esa ansiedad que empuja al hombre hacia el horizonte. Un ángel, o algo por el estilo, acaba de pasar rozando el agua y los cabellos adormilados del hombre dormido dentro del bote. Es demasiado veloz para los ojos del hombre y vino hendiendo la media luz del amanecer, que hace confusas todas las cosas. Apenas se siente el roce pero es suficiente para turbarlo a uno. Ahora debe estar allá, hacia el norte, detrás de las primeras islas. Lo convoca a uno y lo apremia. Es necesario partir."

Haroldo Conti, fragmento de Sudeste.
MUCHAS GRACIAS

Sirve y me inclino
ante tu palabra, luz de mi pensamiento. Abrirán
las puertas, dejarán entender: los artistas, los
intelectuales, siempre
han sacudido el polvo de la realidad; descubrieron
caminos, emancipaciones
que no siempre lograron recorrer: era
prematuro en algunos casos, en otros fue distinto
—convengamos—, otras palabras son, bajar
la corredera de la mira, buscar con el guión
y dar justamente sobre algo que puede
moverse; un bulto,
un meneo a menos de cien metros
de tu corazón vulnerable, también enemigo.

La suerte ha dejado aquí de andar
fallando: se encendió la luz y pudo verse el caos, las
flagrancias: esa mano
allí, esta codicia; el miedo y otras mezquindades se pusieron
en evidencia y el amor
no aparecía por ninguna parte. Recompuestos
de la sorpresa, rendidos ante los hechos, nadie
pude negar que en este país, en este
continente, nos estamos todos muriendo de vergüenza.

Aquí estoy perdiendo amigos, buscando
viejos compañeros de armas, ganándome tardíamente
la vida, queriendo respirar
trozos de esperanzas, bocanadas de aliento; salir
volando para no hacer agua, para
ver toda la tierra y caer en sus brazos.

Francisco Urondo


viernes, 6 de junio de 2014


Ésa es tu pena

Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras
y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres
que no vuelven.
Colócala a la altura de tus ojos
y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda,
o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes,
o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.
Si observas a trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.
Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve,
un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina
del reverso del cielo.
Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama
y se retrae como ciertas flores si la roza cualquier sombra extranjera.
No la dejes caer ni la sometas al hambre y al veneno;
sólo conseguirías la multiplicación, un erial, la bastarda maleza
en vez de olvido.
Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.
No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel entre
columnas rotas,
aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido.
No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre,
no la gastes con nadie.
Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del naufragio:
sepúltala en tu pecho hasta el final,
hasta la empuñadura.

Olga Orozco

domingo, 1 de junio de 2014



Paul Gauguin - Clovis Asleep, 1884. Oil on canvas, 46 cm (18.11 in.) x 55.5 cm (21.85 in.). Private Collection