martes, 25 de julio de 2017


Si has perdido tu nombre,
recobraremos la puntada de las calles
más solas
para llamarte sin nombrarte.

Si has perdido tu casa,
despistaremos a los guardianes de la
cárcel
hasta dejarlos con su sombra y sin sus
muros.

Si has perdido el amor,
publicaremos un gran bando de palomas
desnudas
para atrasar la vida y darte tiempo.

Si has perdido tus límites,
recorreremos el cruento laberinto
hasta alzar otra forma desde el fondo.

Si has perdido tus ecos o tu origen,
los buscaremos, pero hacia adelante,
en el templo final de los orígenes.

Solamente si has perdido tu pérdida,
cortaremos un hilo
para empezar de nuevo.

Roberto Juarroz

miércoles, 19 de julio de 2017


Poco, muy poco, sé de lo que enseña
el Gran Libro del Mundo, ese texto infinito
cuyas palabras son las criaturas
de la tierra y el aire,
de la piedra y el agua.

Porque ellas dicen. Todas ellas dicen,
y nosotros tenemos que aprender con paciencia
a escuchar esas voces,
las que quizás un niño comprenda de inmediato,
o algunos hombres y mujeres logran
alcanzar y conservan cerca del corazón.

Debemos transitar esa senda olvidada,
y con tacto sutil
ir descubriendo
la propia sintonía con cada ser, o con cada
presencia: nube o pájaro,
manantial o racimo, mariposa o muchacha.

Me gusta ver amanecer. Cultivo
la amistad del lucero,
y en el limpio silencio que precede a la aurora
-si el ángel es propicio.,
suelo oír
ciertas voces...

Algunas llegan lerdas, desde tanta lejura como abarca el recuerdo,
y otras vienen del patio o de las calles
todavía en penumbras,
diciendo simplemente algo que no es tan simple:
"aquí estoy, aquí soy, aquí perduro",
y el alma las acoge como el surco recibe a la semilla.

Azar o recompensa,
quién sabe de qué germen brotará,
conforme hagan su oficio
el sol, la lluvia, la matriz gredosa
de los valles del Sur, el libre viento sagrado de la vida. 


Edgar Morisoli

martes, 18 de julio de 2017


Que esta casa se llene con olores de la cocina
y con sombras y juguetes y nidos de ratones
y rugidos de furia y cascadas de lágrimas
y hondos silencios sexuales y sonidos
de origen misterioso nunca explicados
y tesoros y regalos y miles de desechos
y un flujo como un viento cálido pero más lento
soplando las hojas de los árboles y libros y años
de pez de la vida de un niño revoloteando plateados
rápido, rápido en la lenta ráfaga incesante
que ondula las cortinas un momento
todos esos años desde ahora, hacia atrás.
Que puedan los umbrales y los marcos bendecidos
bendecir a cada paso.
Que puedan los techos pero no los cuartos conocer la lluvia.
Que las ventanas conozcan claramente
la rama y la flor del manzano.
Y que podáis estar en casa
como la música está en el instrumento.

Ursula Le Guin (traducción de Diana Bellessi)


Los niños tienen el más antiguo
conocimiento de la sangre.
Pueden hacer una flor con sus sentidos
y diagramar un sueño
cuando nosotros diagramamos la mentira.

Juegan a la verdad como quien juega con el fuego,
sólo que ellos no se queman las manos
y andan desocupados de la muerte
de tan ocupados que andan por hacer la vida.

A veces se distraen, pierden el tiempo,
se aventuran por caminos que se inventan
y que no van a ningún lado,
porque ellos saben que esos caminos
están, precisamente, para perder el tiempo
y no para llegar a otra comarca.

Pero lo más hermoso de los niños
es que, también a veces, nos miran con ternura
y con el más antiguo conocimiento de la sangre,
se ponen a cantar y nos perdonan.

Hamlet Lima Quintana


Foto de Sabine Weiss


Segunda Poesía Vertical. Número 69

Cada uno se va como puede,
unos con el pecho entreabierto,
otros con una sola mano,
unos con la cédula de identidad en el bolsillo,
otros en el alma,
unos con la luna atornillada en la sangre
y otros sin sangre, ni luna, ni recuerdos.

Cada uno se va aunque no pueda,
unos con el amor entre dientes,
otros cambiándose la piel,
unos con la vida y la muerte,
otros con la muerte y la vida,
unos con la mano en su hombro
y otros en el hombro de otro.

Cada uno se va porque se va,
unos con alguien trasnochado entre las cejas,
otros sin haberse cruzado con nadie,
unos por la puerta que da o parece dar sobre el camino,
otros por una puerta dibujada en la pared o tal vez en el aire,
unos sin haber empezado a vivir
y otros sin haber empezado a vivir.

Pero todos se van con los pies atados,
unos por el camino que hicieron,
otros por el que no hicieron
y todos por el que nunca harán.

Roberto Juarroz





Sexta Poesía Vertical. Número 27

El silencio que queda entre dos palabras 
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae, 
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento. 

Así como cada voz tiene un timbre y una altura, 
cada silencio tiene un registro y una profundidad. 
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre. 

Existe un alfabeto del silencio, 
pero no nos han enseñado a deletrearlo. 
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,
tal vez más que el lector. 

Roberto Juarroz

viernes, 7 de julio de 2017


La niña abre una pequeña caja de lata. La luz en el metal es una patinadora que la hechiza. Un jabón con fragancia de rosas se suelta de su nido y nada por el aire. Es jabón y es pez. Es hoja que busca el bosque donde nace el viento.
En la serenidad del patio, en el reparo interior, suenan de algarabía los pasitos. La caja siente que alguien la consagra y se sueña algo volátil, algo que migra hacia la luna creciente...

María Cristina Ramos