lunes, 29 de septiembre de 2014


DOMINGO

El sol y el viento, solos, sobre el pueblo.
Alegría de cal, de callejones últimos
entre un pudor de ramas,
por donde mis paseados, lentos días
salían a suaves campos.
Vecino era del agua y de la luz.
Campanas. Oh, la infancia que era como estas hojas,
gracia viva del aire y los reflejos
bajo la penetrante, mansa mirada de la tarde.

  
Juan L. Ortiz

jueves, 25 de septiembre de 2014




Ariadne,John William Waterhouse




Se oye de nuevo el mar

Se oye de nuevo el mar
Desde hace muchas noches se oye de nuevo el mar,
leve, arriba y abajo, sobre la arena lisa.
Eco de una voz encerrada en la mente
que resurge del tiempo; y también este
lamento asiduo de gaviotas, o
pájaros de las torres, que abril
empuja hacia la llanura. Ya
estabas junto a mí con esa voz;
y quisiera que a ti también llegase,
ahora, de mí un eco de memoria,
como ese oscuro murmurar del mar.

Salvatore Quasimodo

De tierna mujer

De tierna mujer echada entre las flores
Se adivinaba la estación oculta
por el ansia de las lluvias nocturnas,
por los cambios de las nubes en el cielo,
undosas leves cunas;
y yo estaba muerto.
Una ciudad suspendida en el aire
era mi último exilio,
y en torno me llamaban
las suaves mujeres de otros tiempos,
y la madre, renovada por los años,
con su dulce mano escogía entre las rosas
y con las más blancas ceñía mi cabeza.
Afuera era de noche
y los astros precisos seguían
ignotos caminos en curvas de oro
y las cosas vueltas fugitivas
me llevaban a rincones secretos
para hablarme de jardines abiertos de par en par
y del sentido de la vida;
pero a mí me dolía la última sonrisa
de tierna mujer echada entre las flores.

Salvatore Quasimodo

 

miércoles, 24 de septiembre de 2014


Poema XIV

Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.
A nadie te
pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte como eras entonces cuando aún no existías.
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo solo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.
Tú estás aquí. Ah tú no huyes
Tú me responderás ha
sta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez c
orrió una sombra extraña por tus ojos.
Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.

Pablo Neruda‬

 

 


 Salvaje

Salvaje como mi audacia,
y otras veces miedosa y tímida y cubierta,
y otras veces
con la impudicia latiendo a flor de ropa.
Salvaje
deshaciéndome de mí misma,
y aullando y resonándome despedazada y estremecida
y tensa entre el lino dormido de las sábanas.
Fruta roída,
y otras veces intacta,
semilla, pulpa, zumo, toda guardándome
para la augusta nada.
Naranja salvaje, verde, agria,
con dolor de colores en la cáscara,
y algunas veces dulce,
increíble
y algunas veces,
cuando nadie me prueba,
miel y lágrima.

Matilde Alba Swann

Ausencia en todo veo

Ausencia en todo veo:
tus ojos la reflejan.

Ausencia en todo escucho:
tu voz a tiempo suena.

Ausencia en todo aspiro:
tu aliento huele a hierba.

Ausencia en todo toco:
tu cuerpo se despuebla.

Ausencia en todo pruebo:
tu boca me destierra.

Ausencia en todo siento:
ausencia, ausencia, ausencia.


 Miguel Hernández

UNA MUJER Y UN HOMBRE 

Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.

Juan Gelman

SUAVE ENCANTAMIENTO

Profundos y plenos
Cual dos graciosas y pequeñas inmensidades
Moran tus ojos en tu rostro
Como dueños;
Y cuando en su fondo
Veo jugar y ascender
La llama de un alma radiosa
Parece que la mañana se incorpora
Luminosa, allá entre mar y cielo,
Sobre la línea que soñando se mece
Entre los dos azules imperios,
La línea en que nuestro corazón se detiene
Para que sus esperanzas la acaricien
Y la bese nuestra mirada;
Cuando nuestro ser contempla
Enjugando sus lágrimas
Y, silenciosamente,
Se abre a todas las brisas de la Vida;
Cuando miramos
Las cenizas de los días que fueron
Flotando en el Pasado
Como en el fondo del camino
El polvo de nuestras peregrinaciones.
Ojos que se abren como las mañanas
Y que cerrándose dejan caer la tarde.

 MACEDONIO FERNÁNDEZ

"El agua y la noche"

Dios se desnuda en la lluvia
como una caricia
innumerable.
Cantan los pájaros entre la lluvia.
Las plantas bailan de alegría mojada.
La tierra
como una hembra
se disuelve en los dedos penetrantes
con una palidez de mil ojos desmayados.
Camino bajo la lluvia, todo mojado, cantando,
hacia mirajes que huyen en un rumoroso sueño.
Lluvia, lluvia!
Desnudez del dios
primaveral,
que baja danzando, danzando,
a fecundar la amada
toda abierta de espera, quebrada ya de ardor
amarillo y largo.

 Juan L. Ortiz

domingo, 21 de septiembre de 2014


Unos cuerpos son como flores

Unos cuerpos son como flores,
otros como puñales,
otros como cintas de agua;
pero todos, temprano o tarde,
serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un hombre.
Pero el hombre se agita en todas direcciones,
sueña con libertades, compite con el viento,
hasta que un día la quemadura se borra,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie.

Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos,
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega. 


Luis Cernuda

domingo, 14 de septiembre de 2014


Rosaleda

Cuando iba por la selva nocturna, sin destino,
escuché una esperanza cantar sobre el camino,
en la alborada de oro. Yo pasaba. Su canto
daba sobre una lírica fresca rama de acanto.
Saliendo de mi noche, me perdí en un recinto
de rosas. Por los métricos sellos de un laberinto,
los senderos en fuga culterana y ambigua,
conjugaban el tema de la fábula antigua.

Conversé con las rosas, y, como un amuleto,
recogí de las rosas el sideral secreto.
Los números dorados
de sus selladas cláusulas, me fueron revelados.

Mi Alma se daba,
dándose gozaba,
y transcendía
su esencia en goce.
Se consumía
en la alegría
del que conoce.


Ramón M. del Valle Inclán

VII

Desde mi aldea veo cuanto desde la tierra se puede ver del Universo...
Por eso mi aldea es tan grande como otra tierra cualquiera,
porque yo soy del tamaño de lo que veo
y no del tamaño de mi altura...

En las ciudades la vida es más pequeña
que aquí en mi casa en la cima de este otero.
En la ciudad las grandes casas cierran la vista con llave,
esconden el horizonte, empujan nuestro mirar lejos de todo el cielo,
nos vuelven pequeños porque nos quitan lo que nuestros ojos pueden darnos
y nos vuelven pobres porque nuestra única riqueza es ver.

FERNANDO PESSOA

Horas serenas del ocaso breve 

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, la lumbre bebe.
Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.


Miguel de Unamuno

Nacida en todos los sitios donde pongo los ojos
Con la cabeza levantada y todo el cabello al viento.
Eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña
Que la sirena de un barco que deja escapar toda su alma.
Que un faro en la neblina buscando a quien salvar
Eres más hermosa que la golondrina atravesada por el viento.

Eres el ruido del mar en verano
Eres el ruido de una calle populosa llena de admiración.

Mi gloria está en tus ojos
Vestida del lujo de tus ojos y de su brillo interno.

Estoy sentado en el rincón más sensible de tu mirada
Bajo el silencio estático de inmóviles pestañas.

Viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
Y un viento de océano ondula tus pupilas.

Nada se compara a esa leyenda de semillas que deja tu presencia
A esa voz que busca un astro muerto que volver a la vida.

Tu voz hace un imperio en el espacio.
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles en el aire.
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito.
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un murmullo en la eternidad.
Y ese pie que es la fiesta de los caminos encadenados.
Y esos párpados donde vienen a vararse las centellas del éter.
Y ese beso que hincha la proa de tus labios.
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu vida.
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho.
Dormido a la sombra de tus senos.

Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino
¿Qué sería del universo?
Solo una noche eterna.


Vicente Huidobro
Silencio

Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.

Octavio Paz

Botella al mar

Poner recortes de un asombro inútil
un lindo vaticinio de agua dulce
una noche de rayos y centellas
y el saldo del verano y de azules
pero en esta botella navegante
solo pondré mis versos en desorden
en la espera confiada de que un día
llegue a una playa cándida y salobre
y un niño la descubra y la destape
y en lugar de estos versos halle flores

y alertas y corales y baladas
y piedritas de mar y caracoles..

Mario Benedetti
Lluvia

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!

¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentágrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!


Federico García Lorca


martes, 9 de septiembre de 2014


La secreta dulzura del dolor

La secreta dulzura del dolor
es transparencia/sale
de la furiosa resignación del sueño/
suena en la boca del perdido
en su origen/en su
rumor de existencia que
le clava la cabeza al gran espanto/
al doble andar/al doble hilo/a la

no verdad del estar como no estar/
el vuelo torpe que los cría/
lo que rompe la luz/memoria

confusa por sus números/
pecho que dura como huella/
la nada que te ama/


 Juan Gelman



ASÓMATE A MI ALMA, ASÓMATE A MI CUERPO

No te asomes
a la ventana,
que no hay nada en esta casa.

Asómate a mi alma.

No te asomes
al cementerio,
que no hay nada entre estos huesos.

Asómate a mi cuerpo.

MIGUEL HERNÁNDEZ

lunes, 8 de septiembre de 2014



Etienne Adolphe Piot


"Celebrar lo que no existe.
¿Hay otro camino para celebrar lo que existe?
Celebrar lo imposible.
¿Hay otro modo de celebrar lo posible?
Celebrar el silencio.
¿Hay otra manera de celebrar la palabra?
Celebrar la soledad.
¿Hay otra vía para celebrar el amor?
Celebrar el revés.
¿Hay otra forma de celebrar el derecho?
Celebrar lo que muere.
¿Hay otra senda para celebrar lo que vive?

Roberto Juarroz

martes, 2 de septiembre de 2014





Floréal

Autor: Collin, Louis Joseph Raphaël


Más allá del amor

Todo nos amenaza:
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra;
la conciencia, la transparencia traspasada,
la mirada ciega de mirarse mirar;
las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,
el agua, la piel;
nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,
murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.
Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama.
Afuera la noche respira, se extiende,
llena de grandes hojas calientes,
de espejos que combaten:
frutos, garras, ojos, follajes,
espaldas que relucen,
cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos.
Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma,
de tanta vida que se ignora y se entrega:
tú también perteneces a la noche.
Extiéndete, blancura que respira,
late, oh estrella repartida,
copa,
pan que inclinas la balanza del lado de la aurora,
pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida.

Octavio Paz

Dulce es estar tendido
fundido en el espíritu del cielo
a través de la ventana
abierta
sobre los soplos oscuros...
Dulce, dulce...
El pensamiento amarillo de allá
es nuestro mismo silencio casi póstumo
libre
sobre los abismos...
Dulce, dulce haber en alguna manera muerto
hasta el primer jazmín de arriba
que titila de súbito
en la misma brisa del poema que leemos...
Dulce, dulce...
¿Pero has olvidado, alma, has olvidado?
Dulce, dulce, bajo el vértigo
de las enredaderas celestes
estar solo con Keats,
bajo Keats, mejor bajo otra liana eterna...
Oh melancolía, oh melancolía que se enciende como un jardín
sobre la terraza que flota en una luz pequeña…
¿En qué urnas etéreas, alma,
olvidaste tu tiempo y tu piedad?
Bajo la breve dicha algo en el aire:
las ramas de la angustia, alma, que llaman...
Una angustia que quiere dejar de ser en todas partes,
en todos, en todos los grados de la soledad...
desde la piedra, acaso, alma,
hasta el ángel que se contrae herido…
La vida quiere unirse, alma, de nuevo, por encima de los
suplicios…
¿No oyes los gritos profundos del edén que quiere ser
con la lucecita desvelada, sí pero tierna, sin el fruto de la
muerte
y libre al fin de sí misma?
Alma, dulce es el sueño,
pero no se roba ahora, ahora, a la memoria del amor?
Ay, el amor, ahora, con los ojos abiertos sobre el infierno,
sin poder alzarlos, serenos, hacia el cielo de todos,
o bajarlos, serenos, hacia su cielo íntimo para más puramente
devolver…

Juan L. Ortiz

lunes, 1 de septiembre de 2014



La belleza puede estar revoloteando en el jardincito de atrás,hay que estar atento y aprender a mirar nomás...

Mariposa

Mariposa del aire,
qué hermosa eres,
mariposa del aire
dorada y verde.
Luz del candil,
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!
No te quieres parar,
pararte no quieres.

Mariposa del aire
dorada y verde.
Luz de candil,
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!.
¡Quédate ahí!
Mariposa, ¿estás ahí?

Federico García Lorca 






En los signos azules

En los signos azules
de una piedra
en las pestañas transparentes de una nube
en el surco de las palabras

en los jardines rojos
del oeste

en el horizonte secreto
guardado en el gran fondo de las pupilas
como un recuerdo de mar
y de albas blancas

en los intervalos de silencio
que atraviesa el espacio
como un soplo

el universo nacido de nada
nos ofrece lectura

Amina Said

La caricia perdida

Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...
Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

Alfonsina Storni