jueves, 21 de enero de 2016


SI HAS PERDIDO TU NOMBRE

Si has perdido tu nombre,
recobraremos la puntada de las calles
más solas
para llamarte sin nombrarte.
Si has perdido tu casa,
despistaremos a los guardianes de la
cárcel
hasta dejarlos con su sombra y sin sus
muros.
Si has perdido el amor,
publicaremos un gran bando de palomas
desnudas
para atravesar la vida y darte tiempo.
Si has perdido tus límites,
recorreremos el cruento laberinto
hasta alzar otra forma desde el fondo.
Si has perdido tus ecos o tu origen,
los buscaremos, pero hacia adelante,
en el templo final de los orígenes.
Solamente si has perdido tu pérdida,
cortaremos el hilo
para empezar de nuevo.

ROBERTO JUARROZ 

viernes, 8 de enero de 2016


Un palacio de cristal
rodeado de sombras
azotado por las olas de las sombras.
¿Era esto la vida?
¿Pero es la muerte la sombra invasora?
Venimos de la vida, de la gran vida,
y hacia la vida, la gran vida, vamos,
a través de una forma efímera
hermana de la piedra y del arco-iris, sí, Marie Colmont.
Es el retorno, entonces, la muerte.
amiga de la voz segura y luminosa
que nos muestra los hilos infinitos, todavía trémulos,
que nos ligan a todas las criaturas del universo, en espera.
Sí, desde el abrazo humano, como tú dices,
nos elevaremos a la gran hermandad.
Desde la casa segura y limpia de la tierra,
desde la casa hermosa y noble,
en medio de las triunfantes aventuras,
por entre las fuerzas misteriosas que ceden,
la criatura humana entablará las más puras relaciones
con todas las cosas que tiemblan en su halo sensible
esperando nuestras miradas amorosas y nuestras caricias inteligentes.
Y con los animales, sí, con todos,
vidas todavía tan misteriosas y turbadoras.
¡Con todo!
Hay tantas cosas, tantas vidas,
que nos miran y nos esperan!
Tantas vidas que se consumen de espera!
Vidas las más increíbles, sí: una agua azulada,
una nube, un tallo de hierba, un árbol en la tarde,
el color de una tarde; más, si queréis,
una tarde sin color que sólo algunas flores señalan.
Tantas vidas: los animales y las cosas.
Pero desde el abrazo humano sí,
se organizará la ronda cósmica con cantos
o con miradas atentas.
La muerte no
existirá con su fisonomía egoísta
en que el hombre,
ciertos hombres, han esculpido los rasgos de su miedo,
o de sus "valores" ah, tan dependientes de muy "pequeñas" cosas.
La muerte, la gran sombra, la zona oscura de las fuerzas bullentes,
de donde surgió nuestra "forma", el equilibrio, ¿el equilibrio?
de nuestro momento tendido,
ah, secretamente tendido,
hacia todas las llamadas anhelantes de la creación.

 De El ángel inclinado

Juan L. Ortiz (Juanele)

Leído en: "Lectores del Paraná"


jueves, 7 de enero de 2016


La voz del poema, la voz que el poeta cree su voz. Su condición de vanguardia consiste en ser retaguardia, vigía del fondo, tragafuegos que se funde con la última silueta anónima del cortejo de la feria. Ella lo sostiene, desde lejos, desde atrás, y lo impulsa a ser la cresta. Fondo y figura moviéndose fugaces bajo el tambor del corazón. 

Las tareas de esta voz: permanecer atenta a lo inútil, a lo que se desecha, porque allí, detalle ínfimo, se alza para ella lo que ella siente epifanía. Las tareas de esta voz: deshacer las cristalizaciones discursivas de lo “útil” y tejer una red de cedazo fino capaz de capturar las astillas de aquello que se revela. Atención y artesanía. Las tareas de esta voz: desatarse de lo aprendido que debe previamente aprenderse, y disminuir así los ecos de las voces altas para dejar oír la pequeña voz del mundo.

(Fragmentos extraídos de LA PEQUEÑA VOZ DEL MUNDO, de DIANA BELLESSI. Taurus/Pensamiento)

Leído en: "El paseante libros"

domingo, 3 de enero de 2016


La calandria

Silencio de diamante. En el campo ni un eco.
De pronto la calandria que halla en la luz su alpiste
desciende melodiosa sobre un gajito seco
como buena noticia sobre un corazón triste.

Luis Franco

El viento

El viento hace cosas de niños,
por eso se pone a jugar.

Puñados de polvo levanta,
desgaja una rama al pasar;
se trepa a la copa de un árbol
y en ella se pone a bailar.

Sus pies tienen alas ligeras
y corre de aquí para allá.
No quiere quedarse tranquilo:
le gusta moverse y andar.
Conoce las sendas del campo.
Conoce las sendas del mar.

La rosa del viejo molino
comienza a girar y girar.
Se doblan los álamos verdes,
se inclina a la tierra el trigal;
veletas con gallos de lata
se mueven de aquí para allá.

El viento hace cosas de niños;
no quiere dejarnos en paz.


Gaspar L. Benavento