lunes, 7 de agosto de 2017


EL POEMA que viene
sin buscarlo
va tan lejos
como puede
el poema que salta
de la ranura instantánea
a la palabra
sólo persiste
si hay un rostro
si una luz semejante
cobija la voz
no importa dónde
Entonces cruza el frío
la noche
cruza el desierto
avanza
besa silente
la raíz oculta
y allí
construye para siempre
su morada

Hugo Gola

EL REGRESO

Regresarán follajes y entrecruzar de ramas,
el complejo rumor de los árboles, los múltiples,
salpicados, cambiantes colores de las hojas.

Volverán a su única semilla
a su primera vez, a su germen oscuro
donde un día dormían.

Y juntos, sin saberse ni verse, sin el ansia
por salir a la luz desde allá abajo
como ahora se esfuerzan en los espesos montes
alzándose y luchando.

Regresará aquel rojo de pétalo encendido
aquel verdor de luz, de dorada alegría
aquella flor veteada y de irisar rizado

todo aquel amarillo llovido sobre el campo
cuando abril se caía en gotas amarillas
sobre un lado del cerro.

Todos regresarán a su hueco de sombra
al centro oscuro y simple donde estuvieron juntos
donde una vez durmieron.

Circe Maia

Geología

¿Quién mira los retratos?
¿Acaso existen esos retratos
sin alguien que los mire?
En los estantes de la biblioteca,
en cada hueco de pared,
sobre mesitas cubiertas de libros,
asoman los pequeños que fueron,
desnudos y azorados
y en sus miradas
rescatamos a esos hombres y mujeres
de ahora,
que a veces pasan
con sus calvicies o su intolerancia.
Entonces vivían la infancia:
el niño lloraba
cuando subía al primer tren,
las niñas del monopatín
tenían grandes moños de cinta
en su pelo
y unos trajes de marinero,
orgullo de su madre.
En los nietos se rastreaba el parecido con aquella tía
que quedó en Europa
o se suicidó frente al espejo.
O con el abuelo anarquista
de enigmática sonrisa.
En los cuartos vacíos de la casa
las fotografías sobreviven.
Nadie las mira ya.
No hay ocasiones
de entrar en los recintos sagrados,
dormitorios sin sexo,
comedores desiertos.
Quién va a preguntarse:
¿fui yo así en otros años?
Ya no hay miradas.
No hay más que ojos inmóviles
y sonrisas detrás de los vidrios
y, sin duda, unos trajes prolijos
que pasaron de moda.

Camino hecho, 1991. Emma Barrandeguy