martes, 25 de septiembre de 2018


Amantes 

una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío

Alejandra Pizarnik

Jack in the Pulpit no.IV, Georgia O'Keeffe


La noche en el arroyo 

Infinito, Noviembre, tiembla, tiembla en el agua

Escucháis la voz de la noche?
De qué es la voz de la noche?
Es de agua o es de flor?
Es de flor y de agua a la vez.

Hagamos un silencio como el de las orillas oscuras
para escuchar esta voz innumerable y tenue.

Seamos vagas orillas de silencio inclinado
o los oídos de la misma noche
abiertos a qué hálito de flor y de agua juntos

Juan L. Ortiz

jueves, 20 de septiembre de 2018


Árbol que recuerda

Siete mujeres se sentaron en círculo.

Desde muy lejos, desde su pueblo de Monostenango, Humberto Ak’abal les había traído unas hojas secas, recogidas al pie de un cedro.

Cada una de las mujeres quebró una hoja, suavemente, contra el oído. Y así se abrió la memoria del árbol:

Una sintió el viento soplándole la oreja.

Otra, la fronda que suavecito se hamacaba.

Otra, un batir de alas de pájaros.

Otra dijo que en su oreja llovía.

Otra escuchó algún bichito que corría.

Otra, un eco de voces.

Y otra, un lento rumor de pasos.


Eduardo Galeano, en Bocas del tiempo

El jardín secreto 

Ah, que la obstinación y la paciencia

nos alcancen y lleguemos al silencio,

al fondo de nosotros donde se abre

el jardín secreto.

Diana Bellesi



En el lugar donde uno pone el pie
queda la huella,
la tierra guarda esa memoria.

El cuerpo viaja,
el recuerdo se queda.
Uno se despide
y no se va.

La vida
es el recuerdo de la muerte,
y la muerte
el recuerdo de la vida.


Humberto Ak’Abal, en Kamoyoyi

El ojo 

El ojo tiembla,

sabe del rastrojo
donde aguarda, viviente, la semilla
y sabe de la orilla

del mar, que maravillas
lejanas avecina.
Conoce

la levedad del aire
que solaza,
y la traza severa del acero

que arrasa. Entre las ramas una rama
brilla -azulinoamarilla-
que promete esplendor.

No consumada,
bajo la tierra aguarda en grano una granada
que aspira al sol.

¡Cuánta peripecia ignorada,
joyante o soterrada
irrumpe de la espuma

del instante!

Hugo Padeletti


jueves, 13 de septiembre de 2018


Maldije la lluvia que azotaba el techo
y no me dejaba dormir.
Y al viento maldije que vino a robarme
galas del jardín.
Pero tú llegaste y alabé la lluvia
cuando te quitaste
la empapada túnica,
y al viento di gracias
porque con su soplo
apagó la lámpara

Poema chino anónimo

jueves, 6 de septiembre de 2018


Ahora que viene el tiempo de los pájaros 

              Estación abierta, retorno. 
               En la vida no hay retorno. 
                 C.P. 30 de marzo de 1948. 
                                             Diario. 

Ahora que viene el tiempo de los pájaros 
y de los brotes en las ramas y la blancura  
   del almendro, 

ahora que salgo al aire por las tardes 
y riego plantas y veo cómo la tierra bebe 
   el agua, 

ahora que se agitan las polleras  
   al murmullo de la brisa, 

ahora que los niños conquistan el baldío 
   y construyen refugios y saltan vallas, 

ahora que en el barrio las mujeres se sientan 
   a la sombra de los fresnos y toman mate 
   y hablan, 

yo miro a cada instante hacia el Oeste, hacia 
   tu casa. 

           Primavera de 1992. 
          In memoriam Clara Crimberg 

María Teresa Andruetto

Quién me quita lo bailado

Pido peras al olmo. Las saboreo:
son deliciosas.
He pedido gato por liebre;
me lo han dado.
Me han contado historias libidinosas
a medianoche;
gozaba, con cada palabra,
con cada gesto.
He amado la noche
cuando amanecía, 
amé la muerte, y
soñé
con la realidad.

Irene Gruss

Durito y una de llaves y puertas

Dice Durito que todos los políticos (“que conste que no estoy diciendo que sean malos o buenos”, aclara Durito) predican que la historia no es más que la búsqueda de una habitación donde estar contentos. Los enemigos (“que quede claro que no digo que sean malos o buenos”, vuelve a interrumpir Durito) están encerrados en esa habitación y no dejan entrar a los demás. El objetivo de la historia es entrar a esa habitación, desalojar a los que están ahí y ocupar su lugar. El político llama entonces a luchar por la posesión de la llave de la puerta.
Pero, dice Durito, la lucha política no es ya por entrar a esa habitación, sino sólo por la llave de la puerta, es decir, por quitar la llave a quienes la tienen y ocupar su lugar de porteros. “Se ha avanzado mucho en la democracia”, dice Durito que dicen los políticos, “ahora ya se puede cambiar de portero”. Tener el Poder es tener la llave de la puerta de la historia, no importa que los dueños de la habitación sean siempre los mismos.
Dice Durito que los zapatistas son el hazmerreír de todos los políticos modernos, sean de izquierda o de derecha. Dice Durito que es porque los zapatistas cargan a sus espaldas una pesada llave para la que no hay puerta, ni cerradura, ni habitación.
“Miren a esos tontos”, dice Durito que dicen los políticos modernos, “esa llave, además de que es muy pesada, no sirve para abrir la puerta del Poder y entrar a la culminación de los tiempos”. Dice Durito que los zapatistas sólo sonríen y siguen caminando con la pesada llave en sus espaldas y que no se apenan porque no hay puerta ni cerradura que se abra con la llave que cargan.
Dice Durito que, ocupados todos en reírse de ellos, nadie repara que la llave que cargan los zapatistas se parece demasiado a un mazo, de ésos que sirven para derribar puertas y paredes. Dice Durito que, mientras los políticos se aglomeran y pelean por la llave frente a la puerta del Poder, los zapatistas pasan de largo, se paran frente a una de las paredes del laberinto que, además, no tiene nada que ver con la habitación del poder y, con un plumín negro, marcan una “X”.

“Los zapatistas marcan así una incógnita, pero también el punto donde hay que golpear para resolverla. Porque los zapatistas no quieren entrar a la habitación del poder, desalojar a los que están ahí y ocupar su lugar, sino romper las paredes del laberinto de la historia, salir de él y, con todos, hacer otro mundo sin habitaciones reservadas ni exclusivas y sin, ergo, puertas y llaves”, dice Durito mientras me pregunta dónde diablos dejé el plumín negro con el que me da clases de teoría política.



Tres definiciones para días tan aciagos

A La Sociedad Civil Nacional e Internacional, donde quiera que se encuentre:
Disculpad, señora Sociedad Civil, que os distraiga de vuestras múltiples ocupaciones y reiteradas angustias. Sólo os escribo para deciros que aquí estamos, que seguimos siendo nosotros, que la resistencia es todavía nuestra bandera y que todavía creemos en usted. Pase lo que pase, seguiremos creyendo. Porque la esperanza, señora de rostro difuso y nombre gigante, es ya en nosotros una adicción.
Vuesa excelencia sabrá ya que el horizonte se encapota de un gris que va para negro con la misma celeridad que marcha la venta de nuestra historia. Sin embargo, sabed que la libertad sigue estando ahí adelante, que sigue siendo necesario luchar y que la historia todavía espera quien le complete las planas. Así las cosas, y temiendo que no os veamos de nuevo, aceptad estas tres definiciones que vienen muy a pelo para días tan aciagos como los que nos esperan:
Libertad. Dice Durito que la libertad es como la mañana. Hay quienes esperan dormidos a que llegue, pero hay quienes desvelan y caminan la noche para alcanzarla. Yo digo que los zapatistas somos los adictos al insomnio que la historia desespera.
Lucha. Decía el Viejo Antonio que la lucha es como un círculo. Se puede empezar en cualquier punto, pero nunca termina.
Historia. La historia no es más que garabatos que escriben los hombres y mujeres en el suelo del tiempo. El Poder escribe su garabato, lo alaba como escritura sublime y lo adora como verdad única. El mediocre se limita a leer los garabatos. El luchador se la pasa emborronando cuartillas. Los excluidos no saben escribir… todavía.
Aceptad, señora, estas tres flores. Las otras cuatro llegarán luego… si es que llegan.
Vale. Salud y recordad que la sabiduría consiste en el arte de descubrir, por detrás del dolor, la esperanza.

Imagen de Espacio Abierto,organización comunitaria




…Conoció también a un famoso concertino,ahora llamado el Rengo,debido a que una granada,a la salida del Colón,le trituró una rótula. Como todos los demás,no tenía violín;pero como era tucumano y criado entre naranjales,había logrado sacarle sonidos a una hojita de naranjo convenientemente doblada,con la que imitaba bastante bien el violín. Aunque expulsado del radio urbano de Buenos Aires por haber intentado organizar un sindicato de violinistas rengos,se disfrazaba de mendigo (de lo que era finalmente) y se paraba por las tardes en distintas esquinas de la calle Corrientes a tocar con su hoja…

Fragmento de "El trino del diablo", Daniel Moyano